¿Quieres ser extraordinario?

Somos extraordinarios pero aprendimos a querer ser perfectos.

Todos sabemos cómo se siente la perfección.

Hacemos cosas maravillosas en un plano personal y colectivo por nuestra incesante búsqueda de la perfección.

También sentimos la frustración, culpa y arrepentimiento que nos trae querer ser perfectos pero no lograrlo.

Lo que hacemos nunca es suficiente porque nuestro yo perfecto se reinventa con nosotros.

Nuestros logros son minimizados por ver aquello que pudimos haber hecho mejor.

La perfección se interpone con la capacidad de disfrutar de nuestras experiencias. Para conseguir felicidad con lo que tenemos, no con lo que nos falta.

¿Qué es la perfección?

Es aquello que carece de errores, defectos o fallas; que alcanzó el mayor nivel posible.

Su definición es suficientemente inexacta como para considerarla inalcanzable. La segunda parte de la definición no solo es inexacta sino limitante. 

Por ejemplo un bombillo, no podemos decir que es perfecto. Su evolución continua, llevada a cabo por mentes curiosas que saben que no existe nada como el mayor nivel posible, desafía lo finito de la perfección y hace tangible que lo perfecto se encuentra en la búsqueda pero jamás se encontrará en el resultado.

Esta incesante optimización de una idea, crea cientos de nuevas ideas que facilitan nuestros días.

Lo que alguna vez fue solo un bombillo, lo encontramos en miles de productos maravillosos, necesarios y utilitarios.

Pero no perfectos.

Todo aquello que sea perfecto, está destinado a fallar. Alcanzar el mayor nivel posible es dejar de evolucionar.

La búsqueda de lograr algo inalcanzable nos trajo hasta donde estamos hoy. Siempre hay un problema por resolver o una falla por corregir. Este es el lado positivo de la perfección, que es una fuerza que nos mantiene en un estado de desarrollo y evolución.

Pero no todo son flores y colores.

Los problemas de la perfección repercuten de dos maneras en nosotros.

Si la perfección es nuestra meta, sentimos que no somos ni tenemos lo suficiente para lograr nuestros objetivos.

Si creemos que somos perfectos, nos creemos en el derecho de juzgar, controlar y motivar la perfección de los demás.

Lo curioso es que todos, en cierta medida, padecemos de los efectos negativos de la perfección.

La perfección como meta

Ser perfecto implica tener una vida perfecta.

Una familia perfecta, un trabajo o negocio perfecto, una carrera perfecta, un cuerpo perfecto, una casa perfecta y un pare de contar de perfectos.

Si sumamos todo lo que necesitamos, nunca tendremos tiempo, energía y motivación suficiente para hacerlo y tenerlo todo.

Vivir en función de lo que tenemos que resolver nos abruma. Siempre comparamos los resultados que obtenemos con aquellos que creemos que debemos obtener.

Como la perfección es inalcanzable, la comparación siempre tendrá rasgos negativos que resaltar. Desestimamos nuestro desempeño porque estamos concentrados en lo no salió como pretendíamos.

Esta es la raíz de nuestra creencia de que no somos suficientes.

Si para ser perfectos, debemos corregir nuestras fallas, vivimos detectando aquellas cosas que creemos que confabulan con lo que deberíamos ser, hacer y tener.

Enfrentar nuestras experiencias concentrados en lo que está mal.

Si vemos lo que no tenemos, no vemos lo que si tenemos.

Pensar en lo que nos falta, no nos deja espacio para apreciar nuestra abundancia.

La perfección es una lupa que magnifica nuestras carencias y minimiza todo lo demás, limita nuestra perspectiva y nos lleva a vivir en la escasez y los problemas.

Nos encerramos en un cuarto lleno de inseguridad, miedos y excusas, que no nos deja ver la claridad de nuestra vida y la grandiosidad de nuestro potencial.

Un mundo de infinitas posibilidades existe afuera de ese cuarto donde nos solemos encerrar.

6 preguntas para analizar el peso que tiene apuntar por la perfección en tu vida

¿Sientes que no tienes la vida perfecta que quieres?

¿Qué tanto piensas en lo que te falta o en lo que no haces bien?

¿Qué tanto piensas y agradeces lo que tienes?

¿A veces sientes que no eres suficiente para tener esa vida perfecta?

¿Te culpas o te avergüenzas por las cosas que no han salido como querías?

¿Crees que la idea que tienes sobre tu vida perfecta te causa inseguridad?

Creerse perfecto

Todos somos muy buenos haciendo algo. Entre nuestras habilidades y destrezas, hay algunas cosas que resaltan.

Si invertimos tiempo y dedicación en desarrollar esas habilidades que tenemos, nos desempeñamos mejor que el promedio en lo que sea que decidamos hacer. 

El riesgo es, que si en algún momento somos demasiado buenos, se nos pueden subir los humos a la cabeza y empezar a creernos perfectos.

Creerse perfecto no hace sentirnos superiores a los demás. Con facultades que no nos otorgaron, como controlar, subestimar o juzgar a cualquiera que creamos menos preparado que nosotros para hacer eso que hacemos excepcionalmente bien.

Podemos olvidar que nosotros también somos parte de un proceso evolutivo que nos trajo a destacarnos en algo particular y dejemos de respetar el proceso de los demás.

Incluso si lo hacemos desde la bondad, empeñarnos en controlar el proceso de otra persona, como nuestra pareja, por ejemplo, es irrespetar la propiedad y libertad que tiene para llevar su propio proceso personal.

Creerse perfecto tiene el potencial de convertirnos en personas intransigentes, agresivas, dominantes y, a veces, peligrosas.

La perfección que nos atribuimos se acumula en nuestro currículum y nos creemos con el derecho o la propiedad de exigirla a los demás.

6 preguntas para analizar si se te crees perfecto

¿Te crees superior a otra persona en alguna tarea particular?

¿Gracias a tu experiencia acumulada, te sientes con la licencia de ser exigente con los demás?

¿Crees que puedes exigirle perfección a quienes se relacionan contigo solo por que tu lo eres?

¿Has notado si tu trayectoria te ha hecho intransigente, agresivo o dominante?

¿Tiendes esperar demasiado de los demás?

¿Te has visto juzgando la vida y el proceso de los demás?

El tirano de la perfección y su repercusión en nuestra felicidad

La perfección peligrosa.

Disfrazada de meta o de razón, hace profundas heridas en nuestra esencia.

La inseguridad y el control hacen desastres con la abundancia que existe en nuestra vida.

Al compararte con un yo perfecto o querer controlar todo a tu paso llenas tu vida de los fracasos que quieres evitar.

La perfección como la concebimos, nos hace dar un paso adelante y dos atrás.

Si y solo si, cambiamos nuestra relación con la perfección avanzaremos de verdad.

Una alternativa extraordinaria a la perfección

No apuntar a la perfección no es apuntar a la mediocridad, podemos apuntar a la excelencia.

Es una virtud, talento o cualidad, lo que resulta extraordinariamente bueno y exalta las normas ordinarias. Es también el objetivo para el rendimiento y lo perfecto.

La excelencia es ser lo mejor posible en los esfuerzos, en nuestro compromiso con la calidad de lo que estamos haciendo. Apuntar a superarnos en cada intento y a evolucionar con cada decisión.

Nos mantiene concentrados en usar nuestro proceso para obtener una versión optimizada de nosotros mismos, puliendo fortalezas, atendiendo debilidades y abriendo nuestra mente a nuevas ideas y posibilidades.

Es lo positivo de la perfección y descarta sus efectos negativos. Los resultados que esperamos los omitimos al poner nuestra atención en el proceso.

Si decidimos cambiar nuestra búsqueda de la perfección por un compromiso con la excelencia, nos damos la posibilidad de ser felices y hacer cosas extraordinarias.

No perfectas, extraordinarias.

Diagrama de la perfección vs excelencia
diagrama-perfeccion-excelencia

Frutos de cambiar la perfección por la excelencia

Dejamos de ver todo aquello que nos falta.

Soltamos la carga de no ser suficientes para lograr esa perfección subjetiva que no podemos alcanzar.

Nos llenamos de motivación para ser lo mejor posibles en todo lo que hagamos, no solo aquello que se nos da naturalmente bien.

Conseguimos el poder para hacer cosas que creíamos inalcanzables.

Entendemos y motivamos a los demás para que atiendan sus propios procesos y esfuerzos.

Salirnos del espectro negativo de nuestros pensamientos para entrar en el positivo.

Alejarnos de un mundo lleno de culpa, reproches y arrepentimientos para acercarnos a uno lleno de motivación, dicha y convicción.

Cuidamos nuestro cuerpo, mente y espíritu en cada decisión.

Movernos internamente a un estado de paz mental que se refleja en la relación que tenemos con el mundo exterior.

Solo con quitarnos la negatividad de la perfección, ganamos la intención de ser felices, siempre.

La perfección atenta contra nuestra felicidad.

Podemos decidir ser excelentes y no perfectos para mejorar radicalmente nuestra vida y ser extraordinarios.

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