A lo largo de nuestra vida, hemos estado en una persecución continua por resultados. Nos enseñaron desde pequeños el valor de nuestros resultados.
Por ejemplo, el sistema educativo evalúa el rendimiento del niño de acuerdo a sus resultados mediante pruebas y proyectos. Son el método para verificar lo que hemos aprendido.
En mi experiencia escolar, casi siempre obtuve buenos resultados. Incluso para las materias que no me gustaban, lograba tener notas decentes y ligeramente mejores que el promedio. El detalle estaba en que aunque obtenía buenos resultados en las pruebas, no estaba aprendiendo de manera correcta y, algún tiempo después, olvidaba la mayoría de lo que había memorizado. No estaba haciendo correctamente el proceso.
Mi proceso era simple, trataba de prestar toda la atención posible a las clases y hacía las asignaciones, no volvía a revisar nada de lo aprendido hasta que se acercaba la fecha del examen y hacía una guía de preguntas y respuestas que memorizaba. Era muy común encontrarme repitiendo en alto las respuestas de mi guía. Esto casi siempre sucedía la noche anterior. En la prueba hacía una “descarga” de toda la información que había memorizado.
Se que muchas personas se van a sentir identificadas con el proceso que seguía para “aprender” y obtener buenos resultados académicos. ¿Qué sucedía con lo que supuestamente aprendía cuando olvidaba todo aquello que memoricé para el examen? Se esfumaba, no había aprendido nada.
El proceso es tan importante como el resultado
Nuestro cerebro es una herramienta muy poderosa y, con esa motivación por salir bien en las pruebas, tiene el potencial de memorizar cantidades de información significativas. Pero sacarle el jugo a nuestra memoria no es aprender. Para funcionar de manera óptima, el cerebro necesita “descartar” información cuando ya no es necesaria, por esto olvidábamos rápidamente toda esa memorización después de que había sido evaluada.
¿Cuál es el objetivo de estudiar? Aprender.
Si no estábamos aprendiendo, ¿Cuál era nuestro objetivo? Obtener buenos resultados en las pruebas.
Cambiamos lo verdaderamente importante de estudiar, que es el deseo de evolucionar mediante el aprendizaje, por el deseo de obtener buenos resultados. Independientemente de si obteníamos o no los resultados que queríamos, no estábamos aprendiendo.
De habernos enfocado en nuestro proceso educativo, en optimizar la manera en que aprendíamos grandes cantidades de información y en comprender verdaderamente lo que se nos estaba enseñando, hubiésemos podido obtener y retener mucho mas conocimiento del que obtuvimos mediante la memorización y, posiblemente, estaríamos mas preparados para los próximos retos académicos a los que nos enfrentamos.
El proceso es tan importante como el resultado y, algunas veces, incluso mas importante.
Tendemos a enfocarnos en los resultados
Lo curioso es que este enfoque por los resultados lo aplicamos a todos los aspectos de nuestra vida y nuestras experiencias terminan condicionadas por aquello que creemos que lograremos con ellas.
Se honesto contigo, ¿qué tanto te enfocas en los resultados?
Haz un viaje a viejas memorias donde te concentraste en lo que ibas a obtener de ellas. Analiza tus retos profesionales, tus equivocaciones, tus competencias, tus decepciones amorosas, tus triunfos y tus derrotas y podrás ver que emerge el patrón de concentrarte los resultados.
Se hace obvio cuando te equivocas y te reclamas por ello, porque no te preocupas por el esfuerzo (en este caso el proceso) sino que estas descontento por no haber obtenido los resultados que esperabas.
Hasta cuando se trata de relaciones, tendemos a concentrarnos en los resultados que esperamos de ellas. Los profesores esperan resultados de sus alumnos, los padres esperan resultados de sus hijos, los hijos (desde que son jóvenes) esperan resultados de sus padres, los esposos esperan resultados de sus esposas y viceversa, los jefes esperan resultados de sus empleados y ellos los esperan de la compañía para la que están trabajando.
El problema no está en esperar resultados de los demás, está en darles mas importancia que al esfuerzo y dedicación que invierten en la relación que tienen con nosotros. Por ejemplo, en el caso de un matrimonio, es posible que al hombre se le olvide el x aniversario de casados y la mujer sienta algún tipo de molestia o desilusión porque él no recordó una fecha tan importante. En ese momento está desestimando la atención cotidiana que le brinda su esposo (proceso), por enfocarse en el desliz de olvidar la atención o regalo especial que esperaba ese día (resultado).
Escogí una referencia sencilla porque tendemos a concentrarnos en los resultados hasta en situaciones poco novedosas. Estamos acostumbrados a compararlo todo con lo que nosotros creemos que debemos obtener de ello y, si no obtenemos lo que esperamos, subestimamos lo que hemos obtenido.
Resultados esperados vs resultados obtenidos
Esta comparación de resultados esperados vs resultados obtenidos puede hacer de nuestra vida un fracaso continuo. Los resultados esperados también pueden ser llamados expectativas y sin duda, todos tenemos expectativas demasiado altas, de todo y de todos. Si vivimos nuestra vida aspirando tan alto, nunca nada ni nadie, será suficiente. Menos aun, nosotros mismos.
Por ejemplo, cuando contaba con bastantes kilos de más y empezaba a controlar mi alimentación y a entrenar, ponía en mi cabeza la imagen de una versión de mi misma que parecía salida de una publicidad de perfumes de Carolina Herrera.
Muchos me dirán que esa era la motivación perfecta. Sí, funcionaba por un tiempo, pero al no obtener ese resultado después de varios meses de esfuerzos ininterrumpidos, me desanimaba y me avergonzaba por no poder verme como una modelo francesa de un metro noventa.
Ese resultado que quería obtener de mis esfuerzos era inalcanzable. Así me quite todos los kilos que pueda y tenga el estado físico de una American Ninja Warrior, jamás luciré como esa imagen que representaba mis expectativas. Es difícil que le agregue veinte centímetros a mi estatura, por ejemplo.
Las fluctuaciones que ocurrían en mi motivación al no sentirme suficiente por no verme como esperaba, causaban que volviera a ganar los kilos que había logrado perder con todo mi esfuerzo. Esta expectativa fantasiosa (no tiene otro nombre) me tuvo siempre en un toma y dame con mi cuerpo, es decir, que nunca tuve un peso “saludable” que fuese capaz de mantener por mas de tres meses y, mas allá de lo que delgada que podía estar, no dejaba de ver toda mi gordura cuando me miraba al espejo.
Entonces, ¿era justo conmigo desestimar todos mis esfuerzos porque no alcanzaba un resultado demasiado alto?
¿Eres justo contigo cuando no alcanzas resultados demasiado altos?
Todos hemos desestimado nuestros esfuerzos al no lograrlo.
Cambiar el enfoque
Esta no es la única opción. Una mirada diferente y mucho mas productiva es concentrarnos en los esfuerzos que hacemos, comprometernos y aplaudir lo que invertimos en ellos.
En el caso de mi cuerpo, ahora me concentro en comer bien y entrenar regularmente, me comprometí con un mínimo de entrenamiento por semana y aplaudo los esfuerzos y el tiempo que invierto en tener un estilo de vida saludable. Hacerlo así me ha permitido perder poco peso de manera constante, lento pero seguro; me he dejado de montar en la balanza a revisar que tan lejos estoy de los kilos que quiero pesar; me veo al espejo sin reproches y, por primera vez en mi vida, tengo bastante tiempo usando ropa de la misma talla.
Solo un ligero cambio en nuestro enfoque puede movernos de manera mucho mas sólida a lo que es mejor para nosotros. Podemos estar equivocados en los resultados que esperamos, pero lo que nos hace evolucionar es buscar la excelencia en nuestros esfuerzos.
¿No estás contento con tu peso? ¿Qué tal una mirada a los esfuerzos que haces o dejas de hacer por ser una persona saludable? ¿Por qué no empezar por hacer un compromiso diario con un esfuerzo pequeño, como caminar 10 minutos? ¿Por qué no empezar por comprometerte en quitar de un rutina una cosa pequeña que sabes que tiene demasiada azúcar, solo una?
Al buscar la excelencia en nuestros esfuerzos, nos quitamos el peso de la duda de si seremos suficientes para alcanzar los resultados que esperamos. Ser suficiente o no para el reto, deja de ser un problema porque la atención que le ponemos a ser excelentes en nuestros esfuerzos siempre será suficiente.
Ocúpate en ser excelente en el proceso y dejarás de preocuparte por los resultados.
Esta manera de abordar las experiencias en mi vida, la ha cambiado en todos los aspectos. Ya no lucho para obtener los resultados que espero sino que disfruto de las forma en que hago las cosas, el proceso. He podido traer paz y tranquilidad a mi mente y se me hace mucho mas fácil decidir por la felicidad de estar poniéndolo todo en el juego que por la vergüenza de no ser suficiente para el reto.
Al saber que pongo todo lo que tengo en conseguir la excelencia en mis esfuerzos, tengo la confianza de saber que haré todo lo necesario para alcanzar todos mis sueños.
¿Le harás justicia a tus esfuerzos y te comprometerás y aplaudirás por ellos?